Vuelve la cuestión del aborto con la Ley Gallardón. No soy partidario del aborto, pero me mosquea que los más activos en esta oposición sean gentes de ultraderecha que no se movilizan por otros principios vitales que yo considero el ABC del Evangelio. Nunca los veo defendiendo a los menos favorecidos, a las iniciativas sociales, a la ampliación de otros derechos. Solo se movilizan por la vida de los nonatos y por la de algunas víctimas del terrorismo (las de ETA). No me gustan estas compañías, no los considero cristianos, quizá sí católicos sui generis, pero yo soy seguidor de Cristo no de las doctrinas de la Iglesia a marchamartillo. No me gusta tampoco que el ministro más ambicioso y falso de un Gobierno tan falso utilice este asunto para medrar en sus ambiciones políticas. Estoy en contra del aborto, pero no a costa de no ser consciente de la problemática social y personal de las mujeres que se ven en la nada deseada tesitura de interrumpir su embarazo. Soy consciente del cinismo de una derecha social que clama contra este crimen mientras no pocas de sus mujeres privilegiadas abortan en el extranjero...
La Iglesia ha defendido el derecho a la vida como uno de sus principios esenciales, y me enorgullece, aunque no siempre ha estado tan fina a la hora de denunciar los atropellos contra ella en dictaduras, concertinas fronterizas y demás tropelías contra ese don de Dios... Los principios son importantes, pero no pueden imponerse a una sociedad democrática ni ir en contra de los derechos que ella se otorga en un Estado laico. La nueva Iglesia española (cuando nos libremos de la mala estrella de Rouco) debe tener reflejos para no hacer el juego a una derecha que no defiende la vida y otros derechos básicos en muchos otros terrenos. Defenderemos los principios cristianos, pero también los derechos ciudadanos que se conjuguen con los primeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario