Las Jornadas Mudiales de la Juventud han supuesto una inyección de optimismo para la jerarquía eclesiástica española. Rouco y sus adláteres piensan que con este tipo de exhibiciones de poder y baño de masas se van a solucionar los graves problemas en el día a día de la Iglesia. Esa efímera fachada esplendorosa oculta, empero, una casa en ruinas. Falta de vocaciones, desapego de los ciudadanos hacia las prácticas religiosas, pérdida de imagen de los dirigentes eclesiásticos, etc. Las JMJ han puesto de manifiesto una cierta animadversión de una parte de la ciudadanía hacia la Iglesia Católica, por ellos percibida como un centro de poder que quiere imponer sus dictámenes en un Estado laico. Entre ellos había también cristianos de base que no comulgan con las ruedas de molino de este baño de Cristiandad pilotado desde la Almudena y el Vaticano...
La pintada de la foto que encabeza este comentario certifica este desafecto, así como el empeño de los servidores eclesiásticos en limpiar las verguenzas de este divorcio entre jerarquía eclesiástica y ciudadanía. Muchos sacerdotes, religios/as y seglares comprometidos trabajan cotidianamente en labores sociales y asistenciales encomiables. Ellos son, como las monjas de la foto, quienes lavan la imagen de una instutición que sus cabezas rectoras se empeñan en encuzar hacia el abismo. EStán empeñados enesa cruzada de cristianización de Europa mientras el mundo está siendo asolado por el apetito de los tiburones financieros. ¿Por qué el Papa y Rouco no ponen energía y énfasis en la condena de esta nueva forma de avaricia que está dejando desguarecidos a los ciudadanos más desfavorecidos? Porque la Iglesia, desde el 313, ha optado por el poder, traicionando el eje del mensaje de Jesús de Nazaret. Por eso no resulta molesta para los poderosos, pero empieza a desvelar ese rostro felón ante la ciudadnía más exigente.
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