Lo cuenta Stephen Hawking y Mlodinov en El gran diseño; en 1277 el obispo Tempier de París, por indicación de Juan XXI, condenó en una liista 129 errores o herejías, entre otras la de que la naturaleza sigue leyes. Unos meses más tarde la ley de gravedad llevó al citado pontífice al venírsele encima el techo de su palacio. Según una interpretación creyente ¿era un castigo de Dios? De lo que no cabe duda es de que Dios tuvo que valerse de las leyes de la Naturaleza.
Sirva este ejemplo para resaltar el empecinamiento tradicional de la Iglesia en ir en contra de las evidencias y progresos de la ciencia. Mucho más en relación con las no tan empíricas ciencias humanas, terreno en el que la institución mantiene unos aprioris medievalizantes.
Galileo Galilei
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