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´El Nuevo Jeremías reflexiona desde su condición de cristiano, sin aditamentos, seguidor de Jesús de Nazaret.

Tú cíñete por tanto los costados, levántate y diles todo lo que yo te ordenaré, no tiembles ante ellos, de lo contrario, te haré temblar ante ellos. Hoy te constituyo en fortaleza, en muro de bronce frente a todo el país, frente a los reyes de Judá y sus jefes, frente a sus sacerdotes y el pueblo del país. Combatirán contra ti, pero no te vencerán.
Jer. 1, 4-5, 17-18

martes, 17 de noviembre de 2009

A VUELTAS CON LA CASTIDAD, A PROPÓSITO DE LOS ESCÁNDALOS DE PEDERASTIA EN LA IGLESIA


               Texto del teólogo Benito Ansón, 
          censurado por el Arzobispado de Zaragoza.

Es curioso, aquello en lo que más existe la Jerarquía eclesiástica, la preservación de la castidad, es el punto débil. ¿Quizá por ello insisten tanto? Yo tengo otra teoría. Resulta que los otros “apetitos humanos”, que tan sabiamente estableciera Benito de Nursia: la pobreza y la obediencia, afectan más a sus intereses. La Iglesia está metida hasta el cuello en asuntos financieros y juega al Poder como nadie. Mantienen la retórica de “pobreza” y de “obediencia” pero atacan siempre a la castidad, como los partidos burgueses (“basados en el humanismo cristiano” justifica Roma) con los que se alían.
Ciertamente los religiosos hemos elegido ese camino de los tres votos, pero el caso es que los sacerdotes seglares están sometidos a esas disciplinas sexuales en virtud de una decisión de un concilio medieval que garantizó las herencias de sus servidores en el seno eclesial. ¿Es realmente necesario permanecer célibe? Los apóstoles no lo eran, otras confesiones cristianas tampoco lo tienen como requisito para la dignidad sacerdotal… A juzgar por los escándalos de pederastia que estamos viendo últimamente en la Iglesia, parece que el modelo no funciona. ¿Por qué tanto énfasis en atrincherarse en cosas no fundamentales cuando las realmente importantes se dejan de lado? Me refiero a la apuesta por los pobres, la justicia social, los oprimidos… La castidad y su parafernalia han sido durante años maniobras de distracción, coartadas perfectas, que ahora se están volviendo contra la propia Iglesia. Quizá éste sea su función catártica.

martes, 28 de julio de 2009

MENSAJE DE UN EXTRATERRESTRE



No entiendo la religión de los humanos que me han tocado en proximidad. Se dicen católicos; su maestro es un profeta que fue ajusticiado por el poder imperial romano en connivencia con la privilegiada casta sacerdotal hebrea. Su “buena nueva” anunciando el reino de Dios para los pobres resultaba revolucionaria para los defensores de un statu quo injusto e imperial. Bueno, pues resulta que los supuestos herederos de su desestabilizador mensaje se convertirían en los sucesores del Imperio Romano. Luego se han distinguido por hacer componendas con todos los poderes mundanos y sustentar su dominio globalizado a través de redes de intereses económicos y sociales a gran y pequeña escala. La historia de la Iglesia Católica desde el Edicto de Milán (313 d.C.) ha sido la de un poder omnímodo que no ha dudado en acudir a la represión y al derramamiento de sangre para salvaguardar la ortodoxia. El mensaje revolucionario de Jesús de Nazaret quedó enterrado oficialmente entre los muros del Vaticano, infructuosamente reclamado por cristianos todavía dignos de ese nombre. No conozco una impostura mayor en la Historia. Hoy, por ejemplo en España, como antes de la “Guerra Civil-Cruzada”, la jerarquía católica se alinea con las posturas más reaccionarias y con los poderes más rancios y alejados del espíritu evangélico (ellos prefieren llamarlo “humanismo cristiano” (entelequia que traviste de sagrado al neocapitalismo puro y duro). ¡Pobre Iglesia, tan lejos de Cristo y tan cerca de los banqueros, meapilas y salvapatrias! De judíos y musulmanes, mejor guardar silencio hasta que pongan en marcha el reloj. ¡Pobre Planeta Azul, tan cerca de Dios y tan lejos de la cordura!

domingo, 28 de junio de 2009

¿Volver a la espiritualidad sacerdotal de siglos pasados?



Reproduzco por su interés el texto del Padre Ferdinando Sudati (28.6.2009) con motivo del Año sacerdotal y las recomendaciones de la jerarquía eclesial al respecto.


                                              Santo cura de Ars
                                           Santo cura de Ars
Para mí el Año sacerdotal se ha clausurado ya a las vísperas de su apertura, cuando fue dada a conocer la Carta del Papa a los sacerdotes, en la que se enfatiza el papel de Juan María Vianney, el santo cura de Ars, a los 150 años de su muerte, haciendo hincapié en todos los aspectos de una teología y una espiritualidad a los que se debe precisamente la gran crisis en que nos encontramos como cristianos y como Iglesia católica. Quede claro que la culpa no es del cura de Ars, que ha sido hijo de su época, sino de quienes conciben o sugieren tales documentos.

En la susodicha Carta se retoma un florilegio de citas de la predicación de Juan M. Vianney, para ofrecerlo a los curas de hoy, con la voluntad hasta demasiado evidente de volver a la teología y espiritualidad de hace dos siglos, en lugar de hacer un diagnóstico, aunque sea a grandes rasgos, del estado actual de los clérigos y ofrecer ayuda para hoy día y el futuro.

Aparte de una fugaz referencia a "situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros" no vemos ningún intento en la Carta - ní una invitación a hacerlo - de analizar la situación de crisis que llevó a una caída de las vocaciones y al abandono del ministerio por parte de muchos presbíteros.

En realidad el papa emplea palabras más explícitas en la homilía de la liturgia de apertura del Año sacerdotal: "Nada hace sufrir más la Iglesia cuánto los pecados de sus pastores, sobre todo de los que se convierten en 'ladrones de las ovejas', o porque les desvían con sus privadas doctrinas, o porque les aprietan con lazos de pecado y muerte" (19-6-2009).

Se ve claramente el intento de señalar y zaherir a los teólogos que tratan de traducir su fe en categorías comprensibles al hombre de hoy. Se cree una vez más tener soluciones pre-confeccionadas - que se traducen sustancialmente en una vuelta a la tradición, es decir al pasado -, sin el ánimo y la cordura de afrontar los problemas de raíz.

Oyendo, en primer lugar, a los interesados: una verdadera escucha, libre y capilar, de los sacerdotes de todo el mundo. Hoy en día existen instrumentos que permitirían hacer todo esto en tiempos rápidos y con costes hartos contenidos. ¿Por qué debería el Vaticano decir cómo tienen que ser y cómo tienen que actuar hoy los presbíteros, apoyándose en el estilo de vida y en las piadosas sugerencias de un cura de casi hace dos siglos?

He oído un obispo hacer el panegírico de las palabras del cura de Ars mencionadas por el Papa en su Carta. Respeto su convicción, pero no puedo hacerla mía. Esas citas me parecen totalmente inadmisibles, tanto desde el punto de vista teológico como litúrgico y espiritual, en el contexto de hoy. Por si existen dudas, voy a transcribir aquí algunas, para que se vea la impresión que pueden provocar en un cristiano que ha experimentado el proceso conciliar:
“El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”.
“¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría… Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia…”
“¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!”
“Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes…”
“Todas las buenas obras juntas no son comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la Santa Misa es obra de Dios”.
“¡Qué grande es el amor de nuestro Dios que le lleva incluso a olvidar voluntariamente el futuro, con tal de perdonarnos!”
“Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos”.

También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles (Benedicto XVI, ib.).

“Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir de su Santa Madre”.

Si éstos son los patrones del Año sacerdotal, si éste es el sesgo que nuestra jerarquía ha querido otorgarle, entonces para mí ya está acabado y cerrado. ¡Y tampoco echaré de menos las indulgencias plenarias anexas! Otra enormidad, en la que el Vaticano insiste para reconducir la Iglesia católica a un lamentable pasado y ampliar aún más el "cisma sumergido" en el que están instalados muchos de sus miembros.


                                                                                                   FERDINANDO SUDATI



jueves, 28 de mayo de 2009

FRANCESCO, IL TROVATORE

                            
Relato publicado en: Jaime Miñana. Bitácora a la deriva. Para una rebelión. Madrid, Esto no es Berlín, 2015.


                                                               Francesco, giullare di Dio (Roberto Rossellini, 1950)
Siempre me impresionó Francisco de Asís. Cuando era niño me atraía su icono de santo hippy amante de la naturaleza. Luego me encontré con la película Francesco, giullare di Dio (1950), me fascinó esa sabia simplicidad de los hermanos captada por Rossellini. Me interesé por aquel personaje, fui descubriendo una criatura especial. Por mucho que la Iglesia se había empeñado en domesticarlo, su vitalismo reventaba todos los corsés. El joven Giovanni dei Moriconi, tras participar en absurdas banderías a comienzos de duocento, decidió tomar por esposa a una dama muy extraña, la Pobreza. Eso iba en contra de los intereses de su padre, un rico comerciante que lo acusó ante las autoridades de dilapidar su patrimonio. Ante una multitud presidida por el obispo Guido, la única autoridad que reconocía, el “francesito” (Francesco) hijo de una provenzal se quedó completamente desnudo. Certificaba así su despojo de los bienes materiales, sellaba su libertad frente a la familia y otras ataduras mundanas.
El carisma de su misión tendría que ver con esa libertad, que halló en un pasaje de Lucas: No llevéis monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni os detengáis a visitar a conocidos... Los hermanos que le seguían se dedicaban a cuidar de enfermos y leprosos, hacer trabajos humildes y pedir limosna: mira los lirios del campo… La providencia les deparaba todo, no eran necesarias propiedades ni reglas, pero el papa Inocencio III se empeñaba en regularizarlos; así nació la Ordinis Fratrorum Minorum. Francisco aceptaba mansamente esos designios sacro-burocráticos que nunca entendió. En Rivo Torto y luego en La Porciúncula los fratri se dedicaron a cuidar leprosos, a ayudar a los campesinos. A partir de allí se inició su expansión;  irían de dos en dos, se pondrían al servicio del pueblo y construirían ermitas en las afueras de las poblaciones. Pero al Vaticano solo le preocupaba regular esa explosión de espíritu solidario. Ciertamente veían la orden con recelo, pero al mismo tiempo les servía como antídoto popular en tiempos de recelo anticlerical. La Ecclesia Triumphans del románico había entrado en crisis; la gente ahora no demandaba autoridad sino autenticidad, siendo su respuesta los movimientos espirituales surgidos del pueblo (los cátaros) o rigurosas reformas en el estamento monacal (Cister). Francisco sintonizó con esos impulsos renovadores humanizando la vivencia religiosa: cantaba a las criaturas como un juglar, cuidaba de los más débiles, hacía palpables los misterios de la fe (por eso se inventó el Belén; fue en Greccio la Navidad de 1223).
Mientras Roma implementaba normativas y medidas disciplinarias en la Orden, Francisco seguía su tarea. Para mí que no quería enfrentarse al Papa, aunque no entendiera esa obsesión administrativa… Posiblemente eso quebró todavía más su endeble salud. Quiso retirarse con los suyos mientras era aclamado por las gentes sencillas de la Umbría: todos querían tocarlo o llevarse un pedazo de sus harapos. Tras dejar resumida su doctrina en un irrepetible Himno al Sol -los trovadores no entendían de reglas ni tratados-, il poverello quiso morir como había vivido: se retiró a una cabaña y pidió ser recibido por la tierra como vino al mundo. Ese tercero de octubre de 1226 el pueblo ya lo había proclamado santo; Roma tardaría dos años en confirmarlo. El espíritu indómito de aquel revolucionario se preservó en sus hermanos mendicantes, reviviendo en hombres como Antonio de Padua, que se enfrentó a los usureros, consoló a los leprosos y por ello fue considerado “amigo de Dios” (santo) por pueblo. Pero la Iglesia, que no atiende a refrendos populares ni a ráfagas carismáticas, una vez superadas las urgencias liberadoras de la gente, se encargaría de ir ahogando poco a poco el mensaje de Francesco en sus vericuetos normativos. Harían algo parecido con su memoria, convirtiéndolo en un manso beato de florecillas y gestos piadosos… No tenían otra salida. No podían permitir que la aventura utópica de aquel iluminado fuera viable, contagiosa. Y lo lograron desde el momento en que fue pilotada desde el epicentro del Poder medieval…
No sé si esta es la historia de Francisco de Asís. Al fin y al cabo las historias son relatos desplegados desde un punto de vista, monopolizado por los poderosos casi siempre. Este no es el caso, quizá por eso me guste, quizá por eso me resulte verosímil.

martes, 28 de abril de 2009

UN ESPLENDOROSO CENTRO DE INTERPRETACIÓN PARA LA TUMBA DE UN AJUSTICIADO


Asistí con un grupo de alumnos a Roma en viaje de estudios. Fue el mes pasado, la Ciudad Eterna teñida de verde mohín por las lluvias invernales, bellísima, decadente, Roma en fin, siempre Roma. Fuimos al Vaticano, teníamos una visita concertada para visitar la necrópolis romana sobre la que se sustenta la basílica más célebre de la Cristiandad. Nos guiaba una arqueóloga española en lo que allí llaman scavi. Nos sorprendió la riqueza de las tumbas pertenecientes a las clases acomodadas romanas, todas ellas magníficamente conservadas, hasta el punto de que aún pervivían incluso algunos vidrios de las libaciones. Los romanos tenían una relación familiar con sus difuntos, les ofrecían alimentos, bebidas, perfumes y charlaban con ellos… Esa parte privilegiada correspondía al área más baja de esa ciudad de los muertos, situada extramuros, como era preceptivo. En la parte superior estaban los enterramientos más pobres y en la cima las fosas comunes, los desahuciados. Allí enterraron al apóstol Pedro, ajusticiado por el poder imperial. Los cristianos señalaron el lugar donde había sido sepultado con piedras, para perseverar su memoria; luego colocarían un humilde monolito con tal fin. Cuando el Edicto de Milán (313) oficializó el cristianismo, se construyó la basílica constantiniana y los huesos de San Pedro quedaron a los pies del altar. La arqueóloga nos dijo ante ellos que pertenecían a un varón de unos sesenta años del siglo I. Hasta allí hablaba la arqueología, confirmar que realmente era el primer jefe de la Iglesia era cuestión de fe. Frente a esos huesos, Pío XII había sugerido indirectamente que lo enterraran allí, fue una sugerencia hecha "humildemente" por tan altivo Papa. Él fue, no obstante, quien promovió esas excavaciones.. Subimos por la Escalera Clementina para emerger ante el Baldaquino de Bernini y la cúpula de Miguel Ángel hacia los cielos… En ese momento, Ernesto Yagüe, un alumno que se distingue siempre por sus ocurrencias, exclamó: <<joder, ¡vaya centro de interpretación se han montado aquí>>. Ernesto, que había visto algunos de esos centros en la provincia de Soria, se refería a cómo se había “envuelto” esa tumba de un pobre ajusticiado, un convicto del Imperio romano. La comparación era demoledora y sobran las palabras…

sábado, 28 de febrero de 2009

UN OBISPO EVANGÉLICO, SENSATO

No os perdáis esta entrevista con el antiguo obispo de Palencia, Nicolás Castellanos, ahora misionero en Bolivia.Resalto el titular ("A ustedes les veo tristes pese a tanta riqueza") y estas partes del texto:
Castellanos dejó el palacio episcopal por un piso en el centro de Palencia y empezó a soñar con irse a las misiones. <<Quería practicar lo que predicaba. Pregunté a un director del Banco Santander por qué no iban también a Bolivia, el país más pobre de Hispanoamérica después de Haití. Me dijo: 'Por la razón que tú vas, nosotros no vamos. Tú atiendes a los pobres, nosotros necesitamos ricos>>.
¡Todo un carácter! Y más: <<"Dios nos creó para ser felices, no para sufrir. Pues a ustedes los veo tristes, pese a tanta riqueza. ¿La crisis? Esta crisis es de ricos. A mis pobres les pilla ausentes. Están siempre metidos en ella. Pero tienen esperanza. En el Norte sobran medios para vivir pero faltan razones para existir, mientras que en el Sur carecemos de los medios para vivir y sobran razones para existir>>.