El caso de Rita Maestre ha puesto
de manifiesto varias indicios muy inquietantes. En primer lugar, que hay un
sector que se proclama católico y que no está dispuesto a seguir los
principales mandatos del cristianismo: el perdón y la caridad. Mientras el Arzobispo
de Madrid se mostraba magnánimo con la irrespetuosa acción en la capilla de la
Universidad Complutense, el capellán de la misma y otros testigos fueron como
testigos al juicio contra la concejal de Ahora Madrid a echar más fuego para
quemarla en la hoguera de la culpabilidad blasfema. A esto se fueron prestando
muy solícitos los medios de la caverna mediática que igualmente se auto
proclaman muy cristianos.
Este alineamiento de determinados
sectores de la Iglesia española con los sectores más reaccionarios y
derechistas, que se manifiesta en el apoyo económico de sus altavoces
mediáticos (la Conferencia Episcopal es también su financiadora), es un relicto de
esa vieja alianza cesaropapista del franquismo que Rouco se empeñó en reeditar.
Urge desembarazarse de esos falsos compañeros que están en las antípodas del
Evangelio, en la medida que defienden una línea política que favorece a los
poderosos y provoca el sufrimiento de los ciudadanos, los más desfavorecidos
sobre todo, a través de recortes sociales y de libertades. La inquina de esta
caverna pseudocatólica con la nueva izquierda alternativa, que es precisamente
quien defiende a esos anawin (pobres)
de los Evangelios, es una muestra de la operación de darle la vuelta al mensaje
de Jesús de Nazaret parapetándose en el escudo falaz de de la defensa de los valores tradicionales de una Iglesia impostora que hay que desterrar para siempre.
A la vez que esos altavoces
reaccionarios ponían el foco en el caso de Rita Maestre (que ha pedido
explícitamente perdón) se olvidaban del juicio coetáneo del caso de los
Romanones, en el que se dirimían flagrantes casos de pederastia en Granada protagonizados por clérigos. Hay muchos intereses para mantener en el frontal mediático
todo aquello que refrenda ese rancio catolicismo mendaz, un discurso tergiversado que señala en exclusiva
los delitos de paganos e impíos que acosan las tradiciones de la Santa Madre
Iglesia, mientras mantiene silencio sobre las miserias de los propios
servidores de la institución o de los graves problemas sociales que asolan a la
ciudadanía provocados por esas instancias poderosas que tantas veces se definen
“cristianas”. En definitiva, una idiosincrasia “católica” que se alinea con la
derecha social y política para fustigar a las fuerzas emergentes que, oh
paradoja, defienden valores mucho más cercanos a la prédica transformadora del profeta nazareno.