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´El Nuevo Jeremías reflexiona desde su condición de cristiano, sin aditamentos, seguidor de Jesús de Nazaret.

Tú cíñete por tanto los costados, levántate y diles todo lo que yo te ordenaré, no tiembles ante ellos, de lo contrario, te haré temblar ante ellos. Hoy te constituyo en fortaleza, en muro de bronce frente a todo el país, frente a los reyes de Judá y sus jefes, frente a sus sacerdotes y el pueblo del país. Combatirán contra ti, pero no te vencerán.
Jer. 1, 4-5, 17-18

viernes, 22 de febrero de 2013

LOS MISERABLES (y II)¡QUÉ PENA ME DA RAJOY Y SUS CIPAYOS!

Mariano Rajoy haciendo el ridículo ante la Dueña Merkel, nervioso, con tics incontenibles, lanzando el bolígrafo sin tino -casi se lo clava a su querida Angela en un acto de involuntaria justicia poética-, trastabilándose... Decididamente nuestro Presidente no sabe mentir, por eso se esconde como una avestruz... No sólo tiene que ocultar la cabeza... El fantasma de Bárcenas le persigue como si fuera un príncipe deshauciado de un reino que él está haciendo cada vez más miserable. Pero Merkel le da una palmadita "estas haciendo bien el trabajo, Marrianno". Pero la inconmensurable mentira del PP está consigiuiendo que incluso Maria Dolores de Cospedal, erigida mascarón de proa de las gaviotas por su descomunal desparpajo cínico, esté haciendo aguas... Su justificación de la injustificable actitud del partido con el innombrable extesorero la ha convertido en una imitadora de las versiones más nonsense del Club de la Comedia. Por no hablar del patético Montoro y sus amenazas de matón desde su atalaya del Dueño de la Hacienda Pública (después de haberle salvado el culo a los evasores, claro), de los portavoces del PP tirados a los leones para defender lo indefendible, de tantos corífeos y turiferarios que reproducen las letanías del Poder apuntalando el terrible esperpento en que se ha convertido la política española...

Me dan pena estos miserables (con permso de Don Victor Hugo). Embaucadores para defender lo indefendible, sostenedores de la inmundicia, farsantes, gente sin palabra, vendedores de crecepelos políticos... ¿Cómo se puede ser feliz así? No son libres, no son sinceros, no son honestos, no son humanos en el sentido positivo de esta ambigua condición. Me dan pena estos miserables porque, aunque se proclamen muy católicos, no han entrado en el reino de los Cielos (quizá sí en el de Rouco), que empieza aquí, comportándose como gente buena y honesta. Ese es su infierno, con permiso de Sartre.


                    

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